El abuso sexual infantil se puede dar de múltiples maneras, como un encuentro sexual siendo aún niño/a, cuando aún no hay referencias ni se está apto para dicha experiencia, amén de que dicho encuentro casi siempre se da de forma violenta al ser inducido o forzado: a ver, escuchar, o ser parte de esta clase de eventos.
El impacto por lo brutal de dicho suceso crea un daño emocional en ese pequeño/a, por lo que dicha lesión se irá reforzando y deformando con el transcurrir del tiempo afectando la sexualidad de su personalidad.
Algunas de estas formas de abuso se dan al ser tocado/a físicamente por otro menor o por un adulto, o al ser inducido o forzarle a practicar sexo. Cuando hay penetración crea un antecedente extra de confusión, por el dolor, la posible repulsión y el silencio que en la mayoría de los pequeños/as se da por temor a compartir la terrible experiencia. Otras maneras son el perversamente exponerle como espectador en una escena sexual; o cuando accidentalmente ve o escucha una escena erótica. Padres descuidados suelen crear situaciones en la que el pequeño es testigo visual o auditivo de la práctica de sexo entre ellos, confundiéndole al no comprender dicha escena, la cual seguramente le resultará grotesca. Algunos/as pequeños en su confusión llegan a creer que papá está castigando a mamá, ya que ella se queja. Otras maneras son el inducirlos a ver películas, revistas o cualquier otro material pornográfico, o el escuchar hablar negativamente del sexo: como algo malo, pecaminoso, sucio, doloroso, y más.
Algunas posibles consecuencias que pueden darse como resultado del abuso sexual infantil, y que en el tiempo podrían llegar a manifestarse son: homosexualidad, bisexualidad, frigidez, eyaculación precoz, insatisfacción sexual por múltiples razones, desviaciones lujuriosas y viciosas, adicción a la pornografía, etc.
El entuerto que resulta de la experiencia negativa infantil sobre el sexo se anida en el inconsciente, manteniéndose encapsulado y revelarse hasta la etapa adulta, incluso en personas casadas y con familia que viven y practican una relación sexual heterodoxa. Sucede que en algún momento esa reminiscencia sexual negativa explota internamente, confundiéndolos, y sin ser claro se empieza a tener ideas y sentimientos extraños y distintos, como el sentirse atraídos hacia personas del mismo sexo. Ya que el efecto del abuso sexual energéticamente se mantuvo anidado en el almacén del inconsciente, pero tal y como sucedería en una reacción química, al reunirse ciertos elementos, se reaviva el efecto tóxico que estaba adormecido trastocando su sexualidad.
La diferencia que existe entre los animales y los seres humanos es: la voluntad. Los animales actúan por instinto, carecen de voluntad, es el instinto el que prevalece en todo lo que concierne a todas sus formas de vida.
Los animales no tienen control sobre su sexo: simplemente lo practican por inercia cíclica o por instinto, o meramente se dejan arrastrar sexualmente de una manera viciosa aun a costa de su propia salud como sucede con algunos primates.
Es necesario que toda aquella persona que sexualmente se sienta afectada recurra a ayuda profesional. Vivir sin plenamente poder disfrutar sanamente del sexo en toda su plenitud es antinatural, no nacimos con esa afección, por lo tanto, este mal que es más extenso de lo inimaginable y que globalmente tiene un nocivo efecto social puede ser resuelto y sanado.
Recuperar y extirpar toda esta historia de sexo negativo que se inició desde la infancia es liberación y salud. El espacio que energéticamente queda al eliminar lo negativo se remplaza con energía positiva, de esta forma no continuará afectando la sexualidad de quien lo intente de esta manera.
El resultado de una terapia en este sentido una vez que ha sido terminada, resulta en la aceptación de sí mismo(a) y su orientación sexual, la que sea, como algo sano y natural, reactivando todas sus capacidades sensoriales y genitales, para así poder disfrutar plena y sanamente del sexo, sin más brumas.
La manifestación natural del sexo: es la unión en el que dos cuerpos se funden en uno solo en un acto de amor o de simple y sana atracción y no solo de lujuria, abriendo sin condicionamientos sus sentidos y erotismo al participar y compartirse. Es decir: es el acuerdo mutuo de un juego sexual sin prisa, en el que todo es válido mientras no se dañen ni uno ni el otro, existiendo la potencialidad de que en esa reunión de amor siendo un masculino y una femenina se inicie la vida de un nuevo ser y así prevalezcamos como especie.
Francisco González
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